François BONFILS, "Sustentar la vida humana": San José trabajador en la Mística Ciudad de Dios de María de Ágreda

"Sustentar la vida humana": San José trabajador en la Mística Ciudad de Dios de María de Ágreda

François Bonfils (Université de Toulouse-Le Mirail)




Résumé en français :

La "sanctification par le travail" n'est pas un thème fréquemment développé par les écrivains religieux antérieurs au XIXe siècle. À partir du XVIe siècle, l'exaltation progressive de la figure de saint Joseph fait apparaître, cependant, les prémisses d'une spiritualité systématique de la vie ordinaire. Mélangeant commentaires bibliques et considérations sur son époque, la Cité Mystique de Dieu (1670), ample récit de la vie de Vierge Marie et testament spirituel du Siècle d'or espagnol, ne pouvait pas ignorer les activités quotidiennes de la Sainte Famille, et moins encore le travail de saint Joseph. Pour Marie d'Agréda, la grande écrivaine mystique du Baroque (1602-1665), saint Joseph, loin de constituer une figure secondaire, est un modèle du Chrétien, capable d'assumer son travail commun un élément parmi d'autres de la vie spirituelle, véritable but de toute " vie humaine ". En même temps qu'elle révèle de nombreux aspects jusque là inconnus du " divin charpentier ", la Cité mystique de Dieu développe une théologie du travail profondément ancrée dans la tradition monastique la plus ancienne. En même temps, grâce à son expérience mystique personnelle, notre religieuse, conseillère du roi Philippe IV pendant vint-deux ans, écarte délibérément les aspects socialement intégrateurs de son discours hagiographique afin de proposer des modèles d'organisation du travail profondément novateurs.

Résumé en anglais :

La " santificación por el trabajo " no es un tema frecuentemente desarrollado por los escritores religiosos anteriores al siglo XIX. Sin embargo, a través del ensalzamiento progresivo de la figura de san José, a partir del siglo XVI, despuntan en los textos místicos clásicos los albores de una espiritualidad sistemática para la vida ordinaria. Entre comentarios bíblicos y consideraciones más contemporáneas, la Mística Ciudad de Dios (1670), amplio relato de la vida de la Virgen María y testamento espiritual del Siglo de Oro español, no podía dejar de lado las actividades cotidianas de la Sagrada Familia, y menos el trabajo de san José. Para María de Ágreda, la gran escritora mística del Barroco (1602-1665), san José, lejos de ser una figura secundaria, es un modelo para el cristiano, capaz de asumir su trabajo como un componente más de la vida espiritual, verdadero fin de toda " vida humana ". Al revelar muchos aspectos desconocidos sobre el " divino carpintero ", la escritora desarrolla una teología del trabajo profundamente arraigada en la tradición monástica más antigua. A la par, gracias a su vivencia mística personal, la religiosa, consejera de Felipe IV durante veintidós años, no vacila en rehusar los aspectos socialmente integradores del discurso hagiográfico para proponer modelos de organización laboral profundamente innovadores.




Texte intégral :

Sin duda alguna, la figura de San José considerado como trabajador no es la más relevante a la hora de buscar modelos de vida mística en los textos religiosos del Barroco. Este hecho se fundamenta en la Biblia, y en la manera con que la Escritura tiende a presentar la actividad laboral. Recordemos el episodio de Marta y María en el evangelio de san Lucas (Lc 10, 38-42). Las dos hermanas reciben a Jesús en su casa de Betania. Marta es probablemente la mayor, y aparece como la propietaria de la casa donde Jesús es hospedado. Cumpliendo con sus deberes de honrada huéspeda, se esmera en los quehaceres de la casa, mostrándose por lo tanto menos atenta que su hermana María a la docencia de Jesús. Éste critica dulcemente a Marta cuando ella se queja de que su hermana permanezca "sentada a los pies del Señor" en vez de ayudarla: "Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por muchas cosas, y sólo es necesaria una. María ha escogido la parte mejor, y nadie se la quitará"[1]. Esta pareja Marta/María suele presentarse tradicionalmente como el fundamento de la oposición entre vida activa y vida contemplativa. El místico, por lo tanto, busca su modelo en María de Betania, no en Marta. San José trabajador puede aparecer como una Marta en masculino, reducido su papel al cuidado material de la Virgen y su Hijo, a la guardia material del hijo de Dios. ¿En qué medida, por lo tanto, la presencia de san José trabajador puede ser relevante en la expresión literaria de la vida mística?

José, un patriarca del trabajo

La Mística Ciudad de Dios de Sor María de Jesús de Ágreda es particularmente útil para contestar a esta pregunta. Monja concepcionista, abadesa de su convento desde 1627 y, durante treinta y cinco años, célebre por su epistolario con Felipe IV, así como por sus experiencias místicas, María de Ágreda es probablemente la escritora religiosa más significativa del Barroco español. Su obra póstuma, Mística Ciudad de Dios (Madrid, 1670) suscitó una amplia controversia a nivel europeo. El subtítulo de esta obra magna nos puede ayudar a comprender cómo se va a abordar el tema de san José trabajador en la obra agredana: la Mística Ciudad de Dios es una Historia divina y vida de la Virgen Madre de Dios, reina y señora nuestra, María Santísima, restauradora de la culpa de Eva y medianera de la gracia[2]. El libro no es sino la narración parafrástica de la historia de la salvación enfocada desde el punto de vista mariológico, una vida objetiva y subjetiva de la Virgen María. San José es, por lo tanto, un personaje en cierto modo secundario en el desarrollo de la historia: sólo aparece como adyuvante del personaje de María, desde el capítulo 22 del libro II (p. 315: "Celébrase el desposorio de María santísima con el santo y castísimo José) hasta el capítulo 17 del libro V (p. 762: "Las ocupaciones de María santísima después de la muerte de san José y algunos sucesos con sus ángeles)[3]. O sea como un personaje intermediario que justifica en el hilo de la narración el paso de María de la condición de soltera a la condición de madre, misterio central de la vida de la Virgen que interesa a la Venerable autora en los capítulos referentes a san José.

Conforme a los relatos evangélicos, san José aparece en los episodios de la niñez y adolescencia de Jesús [4]. Ahora bien, Sor María de Jesús de Ágreda retoma las informaciones bíblicas y las tradiciones apócrifas o eclesiásticas, a la vez que completa con revelaciones personales lo que en su tiempo no se dijo en la Biblia porque entonces, según la escritora, no había sido necesario. Según explica repetidas veces, en la España de Felipe IV, ya ha llegado el momento de revelar más detalles, de completar, por así decirlo, los misterios contenidos en la palabra de Dios. Y estos complementos conciernen directamente a la Madre de Dios, de quien la Venerable autora recibe directamente su inspiración y sus visiones.

De estos grandes sacramentos y otros muchos que sucedieron a nuestra Reina y a su esposo san José, no hicieron memoria los sagrados evangelistas, no sólo porque ellos los guardaron en su pecho, sin que la humilde Señora ni san José a nadie los manifestasen, pero también porque no fue necesario introducir estas maravillas en la vida de Cristo nuestro Señor que escribieron, para que con su fe se defendiese la nueva Iglesia y ley de gracia; antes pudiera ser poco conveniente para la gentilidad en su primera conversión. Y la admirable providencia con sus ocultos juicios, secretos inescrutables, reservó estas cosas para sacar de sus tesoros las que son nuevas y son antiguas, en el tiempo más oportuno previsto con su divina sabiduría, cuando, fundada ya la Iglesia y asentada la fe católica, se hallasen los fieles necesitados de la intercesión, amparo y protección de su gran Reina y Señora5.

El interés hacia san José es pura consecuencia de la preocupación mariológica de la madre Ágreda. Su josefología es como una parte de su mariología, aunque ella intuya perfectamente que ambas partes de la teología podrían ser separadas.

No pertenece al intento de esta Historia escribir de propósito las excelencias de la santidad de san José, ni yo tengo orden de hacerlo más de en lo que basta generalmente para manifestar más la dignidad de su esposa y nuestra Reina, a cuyos merecimientos, después de los de su santísimo Hijo, se deben atribuir los dones y gracias que puso el Altísimo en el glorioso Patriarca. Y cuando la divina Señora no fuera la causa meritoria o instrumento de la santidad de su esposo, por lo menos era el fin inmediato a donde se ordenaba, porque todo el colmo de virtudes y gracia que comunicó el Señor a su siervo José, todo lo hizo para que fuese digno esposo y amparo de la que elegía por Madre6.

Hay que destacar, pues, que Sor María de Jesús de Ágreda selecciona en sus revelaciones lo que sirve para "manifestar más la dignidad de su esposa y nuestra Reina" (_Ibid_.). Así como María fue concebida sin pecado en virtud de su futura maternidad, así José recibió todos su méritos en función de su futuro matrimonio con la madre de Dios. José es para María, como María es para Jesús.

En todo fue renovado y elevado, para tratar dignamente con la que era Madre del mismo Dios y esposa propia suya y para dispensar juntamente con ella lo que era necesario al misterio de la encarnación y crianza del Verbo humanado, como adelante diré. Y para que en todo quedase más capaz y reconociese las obligaciones de servir a su divina esposa, se le dio también noticia que todos los dones y beneficios recibidos de la mano del Altísimo le habían venido por ella y para ella y los de antes de ser su esposo, por haberlo elegido el Señor para esta dignidad, y los que entonces le daban, por haberlos ella granjeado y merecido.[7]

De ahí que la devoción hacia san José no fuese primero una devoción hacia el José trabajador. Cuando, en una perspectiva de hagiografía tradicional, la Venerable Ágreda hace el balance de los méritos adquiridos por san José para ayudar a los fieles, destaca siete aspectos8. Son muchos, pero no incluye el de trabajador. La figura de san José trabajador no es la que se impone más inmediatamente al considerar a este santo. El trabajo no es más que uno de los aspectos de su vida, muy secundario frente a la misión esencial que se le concedió: la de representar la autoridad paterna para el Verbo de Dios encarnado y, por tanto, la de ser el depositario del misterio de Dios para el Niño Jesús.

*Aspectos del "trabajo corporal" de san José *

María de Ágreda se mantiene conforme a las dos alusiones que se encuentran en el evangelio sobre el tipo de trabajo con el que san José intentaba mantener a su familia. Jesús es "el hijo del carpintero" (Mt 13, 55) y carpintero como su padre (Mc 6, 3), de quien ha aprendido su trabajo, ya que la "sumisión" bajo la cual vive Jesús en Nazareth con sus padres (Lc2, 51) es también tradicionalmente interpretada como participación en el trabajo de José. Por lo tanto, María de Ágreda considera resuelto el debate sobre la naturaleza del trabajo de san José. Entre dichos debates, sabemos que, debido a problemas de traducción en la Vulgata (Mt 13, 25: "Filius fabri" o sea "hijo del artesano") se pudo afirmar que san José fue herrero. Para María de Ágreda, la actividad de san José viene ante todo definida como "trabajo corporal"[9] que, en su lenguaje religioso, debe entenderse como trabajo manual.

En realidad, a la mística no le importa mucho la consideración del trabajo por su objeto, pues para ella el trabajo no es ante todo la transformación de una realidad material. Sor María de Jesús prefiere considerarlo por su fin. El trabajo existe para "sustentar la vida humana"[10]. En otras palabras, existe porque hay que vivir y mantenerse en el ser ganando el pan de cada día. "Trabajo corporal", "vida humana": estas expresiones han de entenderse aquí en oposición a "trabajo espiritual" y "vida divina", que es lo propio de la vida contemplativa, cuyo modelo es el de la "historia divina" de la Virgen María.

Considerado como trabajador, José es una figura anticipadora de la Marta amiga de Jesús: es "el" Marta de la Virgen María, de la primera María, no la de Betania, sino de la Madre de Dios. Papel importante pero, al fin y al cabo, secundario, y al que el místico, en su vida contemplativa, no puede desear identificarse inmediatamente frente al modelo refulgente de la Virgen constantemente inmersa en la contemplación del misterio de Dios. El trabajo concreto de san José expresa para la monja que "no todo se ha de buscar por orden milagroso y sobrenatural"[11]. San José es ante todo una ayuda: si Sor María de Jesús de Ágreda escribe, completando el evangelio, que san José acompañó a la Virgen en la Visitación, es porque tenía que "ayudar" a la Virgen preñada en el viaje de Nazaret hasta el pueblo de Judea en el que vivían Zacarías y su esposa santa Isabel: "Con esto iba el santo cuidando de María santísima y preguntándole muchas veces si se fatigaba y cansaba y en qué la podía aliviar y servir"[12].

María de Ágreda no describe técnicamente el trabajo manual de san José. Sabemos que siempre trabaja en un cuarto separado de la casa, tanto en Nazaret13 como en la casa de Heliópolis14, donde la Sagrada Familia se refugia después de la huída a Egipto. O sea, que tiene un taller propio para trabajar la madera. Así, por ejemplo, san José es quien ha construido la "tarima" en la que duerme la Virgen, verdadero estrado al uso castellano en el que descansa la madre de Dios, tanto en Nazaret15 como en Heliópolis16. Repetición y paralelismo en la descripción de la organización laboral, que hacen resaltar el caracter definitorio del trabajo de san José en la vida de la Sagrada Familia. El trabajo de san José se aplica también a su propio hogar, no es simplemente un trabajo exterior. Para cumplir con sus labores tiene instrumentos de trabajo ("los instrumentos de su oficio de carpintero"[17]) que son necesarios en todo trabajo humano. María de Ágreda insiste en que el trabajo de san José es un trabajo duro, que le cuesta mucho "sudor"[18], conforme a todo trabajo verdadero que es una actividad necesariamente cansada al no ser instintiva. De ahí la necesidad para san José de velar, como cualquier trabajador, por tener momentos de un justo descanso reparador19. Pero la vertiente humana de san José también lo condena al agotamiento y a la pérdida de su energía y tiene que dejar de trabajar:

El santo José, aunque no era muy viejo, pero cuando la Señora del mundo llegó a los treinta y tres años estaba ya muy quebrantado en las fuerzas del cuerpo, porque los cuidados y peregrinaciones y el continuo trabajo que había tenido para sustentar a su esposa y al Señor del mundo le habían debilitado más que la edad; y el mismo Señor, que le quería adelantar en el ejercicio de la paciencia y otras virtudes, dio lugar a que padeciese algunas enfermedades y dolores -como diré en el capítulo siguiente- que le impedían mucho para el trabajo corporal20.

Albores de una doctrina cristiana del trabajo

Sor María de Ágreda no manifiesta hacia la actividad concreta de san José carpintero más interés que el que podemos imaginar hacia dicho oficio por parte de una monja de clausura del siglo XVII. Además, desde su punto de vista, el trabajo no ha de ser considerado en su dimensión estrictamente económica. La Mística Ciudad de Dios parece utillizar el oficio de san José como pretexto para ir hilvanando una forma de doctrina cristiana del trabajo que no se aplica exclusivamente al trabajo como modo de producción, sino como una manera de mantenerse en la vida apropiada a los valores evangélicos y como ocasión de mostrar valores personales.

Según el sistema de la hagiografía moderna, en el que el santo es más modélico que milagrero, san José ofrece una figura emblemática del trabajador cristiano. Lo vemos escoger su trabajo después de su matrimonio en una plática con la Virgen. Organizando, por lo tanto, un verdadero plan de vida profesional para su familia:
En sus primeros años, había aprendido san José el oficio de carpintero, por más honesto y acomodado para adquirir el sustento de la vida; porque era pobre de fortuna y preguntole a la Santísima Esposa, si gustaría que ejercitase aquel oficio, para servirla y granjear algo para los pobres21.

A continuación, vemos muy concretamente justificado el trabajo y la urgencia de su organización, debido al contexto en que se encuentran la Virgen y san José después de su matrimonio y las visitas familiares:
Quedaron libres y desocupados los dos santos esposos José y María en su casa22.

Pues era forzoso trabajar y no vivir ocioso23.

Si bien la monja no hace más que repetir la común doctrina según la cual la pereza es el peor de los vicios, lo cierto es que va más allá del simple tópico. Parece como si la preocupación por el trabajo como medio para "sustentar la vida humana" pasara a un segundo plano24, para conferir al trabajo una nueva dimensión que lo pueda transformar en programa de la vida cristiana.

En este nuevo sentido, el trabajo de san José se muestra totalmente desligado de la noción de dinero. En la Sagrada Familia no se tiene dinero; pero tampoco se trabaja para ganar dinero, y, menos aún, para enriquecerse. Ni José ni María conservan el dinero que se les regala. La dote de María y toda su herencia, por ejemplo, se reparten en tres lotes para evitar el enriquecimiento de la familia: un lote para los pobres, otro para el Templo de Jerusalén, otro para el marido25. Pasa lo mismo con el oro que les ofrecen los Reyes magos26. Por otra parte, si el modesto trabajo de san José llegara a procurar más de lo necesario para cada día, entonces se ordenan todos los beneficios al ejercicio efectivo e inmediato de la caridad, del mismo modo que se considera que el precio del trabajo es una especie de limosna que recibe el trabajador. Así pues, además del sustento a su familia, el trabajo es para san José tanto una manera de no ser ocioso como un medio para poder recibir la caridad ajena.

Aunque trabajaba de sus manos, y también la divina esposa, jamás pedían precio por la obra, ni decían: esto vale o me habéis de dar; porque hacían las obras no por interés, sino por obediencia o caridad de quien las pedía y dejaban en su mano que les diese algún retorno, recibiéndolo no tanto por precio y paga como por limosna graciosa. Esta era la santidad y perfección que deprendía san José en la escuela del cielo que tenía en su casa27.

El trabajo se ejerce tanto en beneficio de uno mismo como en beneficio ajeno, siguiendo un sistema de organización laboral que no corresponde a ningún valor mercantil del trabajo, sino a una concepción del trabajo basada en la obligación moral y en las relaciones fundadas en la caridad colectiva.

En la vida de san José, no existe ninguna oposición entre el sustento familiar y la práctica de la caridad hacia los pobres. La dimensión caritativa del trabajo de san José está directamente ligada a su relación con Jesús. Sabemos que, en el sistema cristiano, la caridad se define tanto por el amor hacia Dios como por el amor hacia el prójimo. La caridad es la virtud más alta, la que mejor conduce a la salvación28, la mayor y la única virtud que permanece en el más allá[29]. Gracias a su trabajo, san José realiza la caridad en su sentido absoluto, de amor de Dios y amor a los hombres. A nadie, salvo a María, Jesús podrá decir mejor que a José "tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber..."[30] San José aplicó directa e indirectamente la virtud de caridad: hacia el prójimo, ayudando a los pobres, al distribuir los beneficios de su trabajo de carpintero, pero también directamente hacia Cristo encarnado, al velar por las necesidades humanas del Niño Jesús.

El trabajo de san José no ha de considerarse por lo tanto como una actividad económica, sino como un acto vital integrado en la vida espiritual del santo. "Sustentar la vida humana" no es para san José simplemente dar de comer a su familia, sino nutrirse y nutrirla en todo el ser, en su dimensión propiamente humana, es decir en su dimensión espiritual o, en palabras de Sor María de Jesús de Ágreda, "divina". En este sentido, el trabajo participa de la "historia divina" que es la Mística Ciudad de Dios, porque lo verdaderamente humano, para la religiosa, es lo divino.

Doctrina mística del trabajo

Así pues, el trabajo de san José está integrado dentro de una perspectiva mucho más amplia que la de la búsqueda del pan cotidiano, que es la de la constitución de un verdadero modelo de vida espiritual para el hombre cristiano. ¿En qué medida el trabajo de san José participa de la vida espiritual que la Mística Ciudad de Dios pretende fomentar en el lector?

María de Ágreda explica claramente que el trabajo no está exclusivamente orientado para el sustento corporal, "pues no sólo con el pan se sustenta y vive el hombre, pero con su palabra (la palabra de Dios) podía hacerlo, como él mismo lo dijo"[31]. Para san José, la presencia de Jesús en su taller establece una nueva relación con su trabajo: el trabajo es una forma de la contemplación, ya que a cada paso José puede no sólo servir a Dios sino ver a Dios. María de Ágreda explica que esta actitud constantemente contemplativa de José empieza antes del nacimiento de Jesús, cuando, por ejemplo, san José no deja de ponerse de rodillas delante de su mujer, para contemplar el Verbo que lleva en ella:
Y para satisfacer a su afecto y obligación, honrando y venerando a la que conocía por Madre del mismo Dios, cuando a solas la hablaba (sic) o pasaba por delante de ella la hincaba la rodilla con grande reverencia. Y aunque pudiera aliviar a san José la compasión de la amabilísima Señora, que con rara discreción se la mostraba de verle trabajado y cansado, pero a este alivio añadía la doctrina celestial, con cuya atención el santo dichoso trabajaba más con las virtudes que con las manos. Y la mansísima paloma, con prudencia de Virgen sapientísima, le asistía con este divino alimento, declarándole el fruto dichosísimo de los trabajos32.

Asimismo la casa de san José se transforma en verdadera capilla o "sagrario", así como lo fueron los brazos de María33, incluso antes del nacimiento de Jesús, ya que, cuando no están en silencio, en ella la Virgen María y san José no hacen más que "hablar con Dios o de Dios":
Estas pláticas algunas veces, y otras la lección de las Escrituras santas, (María y José) mezclaban con el trabajo corporal, cuando era forzoso acudir a él34.

Al cuidar de Jesús durante más de treinta años gracias a los frutos de su trabajo, san José es el mayor de los contemplativos, el que mejor ha visto al Señor, ya que en su casa el misterio de la Encarnación "escondido desde siglos", "puso su morada" o "habitó"[35] bajo el techo de su casa. Esto explica, por ejemplo, porqué san José es presentado como el patrono de las almas de oración, como santa Teresa de Ávila, se dirá en el Carmelo y los conventos de clausura del Siglo de Oro36.

Pero en esa relación privilegiada con el Niño Jesús, no sólo José contempla al Niño Dios, sino que el Niño mira a José. El Niño aprende el trabajo cuando va creciendo.

Y cuando el infante Dios fue creciendo, ayudaba algunas veces a san José en lo que era posible a la edad, y otras veces hacía algunos milagros, sin atención a las fuerzas naturales, para que el santo esposo se alentase y se le facilitase más el trabajo37.

El amor paterno de José hacia Jesús influye en el amor filial de Jesús hacia José. La mirada de Jesús hacia san José determina, desde el punto de vista humano, la visión que Jesús tiene de su Dios Padre ya que, para un niño, la imagen de Dios se constituye primero a partir de la imagen y las enseñanzas del padre. Así pues, para definir el Reino de Dios, Jesús empleará muy a menudo parábolas relacionadas con el trabajo humano : trabajo del pastor, por supuesto (Jn 10, 1-16), del labrador (Mc 12, 1-12), del médico (Lc 4, 23), del sembrador (Mc 4, 1-19), del dueño de casa (Mt 13, 52), del siervo (Mt 24, 45 ; Lc 12, 41-48), del administrador (Lc 16, 1-8), del pescador (Mt 13, 47-50), del mercader (13, 45-46), del obrero (Mt 20, 1-15). En la Mística Ciudad de Dios, siguiendo la tradición evangélica, San José es el personaje escogido por Dios Padre para ser como la sombra o el reflejo terrenal del Padre celestial para Jesús el Hijo. Es decir, Jesús aprende a conocer a su Padre celestial a través de san José. Aquí interviene de modo central el trabajo de san José. En la Biblia, en efecto, Dios aparece primero como un trabajador, en el esfuerzo que hace para crear el mundo en seis días a partir de la nada, y descansando al séptimo38. El mismo Dios quiso presentarse como un trabajador. Esta visión del Dios creador se manifiesta a Jesús a través del trabajo de san José: es el hombre en quien Dios Padre mejor se ha representado ante Jesús el Hijo.

Sor María de Jesús de Ágreda explica que, debido a su papel de representante de Dios Padre en la Encarnación, san José se ve atribuidas todas las calidades de Dios en la medida en que éstas pueden ser reflejadas en un hombre de carne y hueso, no exento de pecado original. José es, pues, el hombre que tiene el máximo número de perfecciones entre todos los hombres de la tierra, el mayor de los santos, para poder servir de modelo a Jesús:
Según el concepto que yo tengo, si en el mundo hubiera otro hombre más perfecto y de mejores condiciones, ése diera el Señor por esposo a su misma Madre, y pues le dio al patriarca san José, él sería sin contradicción el mejor que Dios tenía en la tierra39.

Su trabajo no es, pues, una actividad exterior destinada a sustentar a su familia, no es tampoco simplemente una ocasión para ejercer la virtud más elevada, sino que es en sí un elemento constitutivo de su santidad, de su conformidad con el Dios creador en lo que Éste tiene de más "divino".

Por lo tanto, la contemplación divina, ideal de la vida mística, se puede realizar en el acto mismo del trabajo porque el trabajo llega a ser un acto mimético de la actividad divina. O bien, si invertimos la proposición, el trabajo llega a ser un medio de contemplación. En el acto mismo de trabajar, el santo contempla a Dios que trabaja. Así pues, a través de san José, el trabajo constante del hombre para asegurar las condiciones de vida de la Sagrada familia imita a su manera el trabajo creador de Dios, como imagen o figura de la obra del Creador en un nivel humano. Pero se puede ir más allá ya que, por mediación del trabajo, san José se configura a Dios en uno de sus aspectos centrales tal y como se revela al principio de la Biblia, un Dios que trabaja y descansa40.

Al mostrarse como una clave para la toma de conciencia de la realidad de la divinidad por parte de Jesús, san José participa de hecho en el trabajo constante de Dios, en el proceso de creación continuada ("Mi padre no deja de trabajar, y yo también trabajo"[41]). En este sentido, recordemos que, en la visión bíblica, el trabajo, como cualquier atributo de Dios, es bueno ("he aquí que todo estaba bueno"[42]). El trabajo es propuesto al hombre en el paraíso terrenal antes del pecado original ("poblad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y cuantos animales se mueven sobre la tierra"[43]). La condena del hombre después del primer pecado no estriba en el trabajo, sino en el carácter penoso de éste ("Con trabajo sacarás de (la tierra) tu alimento todo el tiempo de tu vida44"), en el "sudor" al que alude María de Ágreda45. Con lo cual, si el trabajo es un bien, se transforma en un "bien difícil" o "bonum arduum" según la terminología o categorías de santo Tomás de Aquino46. El "bien duro" es una variante de la "puerta estrecha"[47] que Jesús aconseja a quien quiere escoger el camino que conduce a la salvación.

En el sistema cristiano, como se repite cinco veces en los evangelios, la vía estrecha de la salvación pasa necesariamente por la cruz (" el que no carga con su cruz y me sigue no es digno de mí "[48]). De ahí que María de Ágreda presente el trabajo difícil de san José como una manera para el santo patriarca de conformarse con la cruz venidera de su hijo adoptivo, y de anticipar para sí mismo, antes de la Redención, los méritos que su Hijo adoptivo podrá adquirir en la cruz. De hecho, el dolor que procura el trabajo a san José es la expresión de la necesidad que tiene el santo de ser salvado por su Hijo adoptivo, la necesidad que tiene de la Redención : san José sufre en su trabajo porque, a diferencia de la Virgen María, vive bajo el yugo del pecado original. Por lo tanto, el trabajo manual de san José imitado por Jesús forma parte de las pautas de la Redención: el banco de trabajo sobre el que José ejerce su profesión es una anticipación de la cruz porque, bajo el yugo del pecado, el trabajo que era un bien conlleva una condena. En la Mística Ciudad de Dios, toda la creación ha de participar en su propia redención, y el carpintero de Nazaret es una figura del crucificado del Calvario: a través de san José, vemos cómo el hombre puede y debe colaborar con el Hijo de Dios en su obra redentora. De ahí, en particular, que María sea constantemente llamada "medianera de la gracia", atributo que igualmente se le podría conferir a san José y a todo trabajador que supiera orientar su trabajo en una perspectiva contemplativa. El trabajo redime.

Si el trabajo es constitutivo de la autoredención humana, la Mística Ciudad de Dios insiste sobre el corolario necesario de esta idea de la ofrenda de sí mismo: si Cristo tuvo que morir en la cruz, vaciándose de su substancia, existe un desgaste de san José en su taller. De la misma manera que Jesús se vaciará de su sangre, san José se agota trabajando hasta tal punto que ya no puede ejercer ninguna actividad laboral:
El santo José, aunque no era muy viejo49, pero cuando la Señora del mundo llegó a los treinta y tres años estaba ya muy quebrantado en las fuerzas del cuerpo, porque los cuidados y peregrinaciones y el continuo trabajo que había tenido para sustentar a su esposa y al Señor del mundo le habían debilitado más que la edad. [50]

La solución que María de Ágreda revela frente a esta incapacidad laboral es bastante original. Al no decir nada el evangelio sobre el particular, podríamos suponer que el recurso a la tribu de David hubiera podido ayudar a la Sagrada Familia (san José es de ascendencia real), o bien que la Virgen, nacida de padres relativamente acomodados, hubiera podido pedir el apoyo del Templo de Jerusalén en el que fue criada después de su Presentación51. Sin embargo, no es así: la misma Virgen María es la que se va a sustituir literalmente a san José; ella es la que va a "sustentar la vida humana", precisamente cuando alcanza la edad de treinta y tres años, o sea la edad en que Jesús murió en la cruz:
Tomó por su cuenta la Señora del mundo sustentar, desde entonces, con su trabajo a su Hijo santísimo y a su esposo, disponiéndolo así la eterna Sabiduría para el colmo de todo género de virtudes y merecimientos y para ejemplo52.

La habíamos visto ayudar a san José durante el exilio en Heliópolis, trabajando de costurera para llevar a la Sagrada Familia adelante53. Pero, a partir de la vejez de san José, ella es la que se dedica exclusivamente a mantener a san José y al Niño con su propio "trabajo corporal". Evidentemente, debido a la menor fortaleza física femenina, no puede ser carpintera ("no podía ayudar al santo esposo en el trabajo de su oficio, porque no era para las fuerzas de mujeres, y mucho menos para la modestia y compostura de la divina Reina"[54]). Aunque sí "trabajaba mucho"[55] en una actividad más característica de las actividades femeninas, ya que mantiene a su familia cosiendo; es decir, ampliando hacia el exterior una actividad que hasta ahora había sido para un uso exclusivamente familiar:
Comenzó la gran Reina a trabajar más, hilando y tejiendo lino y lana, y ejecutando misteriosamente todo lo que Salomón dijo de Ella, en los Proverbios, capítulo 3156.

Luego san José, en recambio de algunas obras de sus años, buscó dos telas de lana, como la divina esposa había dicho: una blanca y otra de color más morado que pardo, entrambas las mayores que pudo hallar, y de ellas cortó la divina Reina las primeras mantillas para su Hijo santísimo; y de la tela que ella había hilado y tejido cortó las camisillas y sabanillas en que empañarle. Era esta tela muy delicada, como de tales manos, y la comenzó desde el día en que entró en su casa con san José[57].

María de Ágreda ya había mostrado que, como trabajadora, María viene a ser la perfecta ilustración de la bíblica mujer fuerte, capaz de llevarlo todo en su casa y que es un modelo de la feminidad en el Siglo de Oro:
Propúsonos por dechado a esta mujer fuerte, vestida de hermosura y fortaleza, como en aquella edad la tenía, ceñida de valor y roborando su brazo para extender sus palmas a los pobres, para comprar el campo y plantar la viña con el fruto de sus manos58.

Esta inversión de los papeles habituales en la familia no plantea ningún problema en la Sagrada Familia. María de Ágreda afirma repetidas veces que la Virgen María fue sumisa a su marido en todo, conforme al orden providencial establecido para las familias:
Tanto quiere el Altísimo el buen orden en todas las cosas criadas, que con ser Dios verdadero el niño Jesús y su Madre tan superior en santidad a san José, con todo eso no quiso que la disposición de la jornada a Galilea saliese del Hijo ni de la Madre santísimos, sino que lo remitió todo a san José, que en aquella familia tan divina tenía oficio de cabeza ; para dar forma y ejemplar a todos los mortales de lo que agrada al Señor que todas las cosas se gobiernen por el orden natural y dispuesto por su providencia y que los inferiores y súbditos en el cuerpo místico, aunque sean más excelentes en otras cualidades y virtudes, han de obedecer y rendirse a los que son superiores y prelados en el oficio visible59.

Pero está claro que su visión del trabajo como instrumento de contemplación la conduce a mostrar unas santas y "admirables contiendas" entre José y María para trabajar más60, ya que así cada uno puede unirse mejor a Dios y servir al otro:
Sobre ejercitar las demás acciones y obras serviles, tuvieron humildes contiendas, porque san José no se podía vencer en consentir que la gran Reina y Señora las hiciese, y por esto procuraba anticiparse. Lo mismo hacía la divina esposa, ganándole por la mano en cuanto podía. Pero como en el tiempo que ella estaba recogida tenía lugar san José de prevenir muchas de estas obras serviles, le frustraba sus anhelos continuados de ser sierva y que como a tal le perteneciese obrar lo poco y mucho doméstico de su casa. Herida de estos afectos acudió la divina Señora a Dios con humildes querellas y le pidió que con efecto obligase a su esposo para que no la impidiese el ejercitar como deseaba la humildad61.

Un nuevo orden laboral surge del orden místico, que no sólo permite a la mujer cumplir con las funciones tradicionalmente atribuidas al hombre, sino que hace penetrar a la mujer en la dimensión profundamente mística del trabajo. A la par, este nuevo orden del trabajo viene a liberar al hombre de su exclusión tradicional de los quehaceres domésticos. El trabajo de san José no se entiende como limitado a su trabajo en el taller de carpintero. En la Mística Ciudad de Dios, lo vemos constantemente ayudando en casa, y sustituyendo a la Virgen para las tareas más cotidianas de un hogar. Por ejemplo, después de haber recibido "en sueños", por parte de un ángel, la explicación del embarazo incomprensible de su mujer, san José se esmera en arreglar la casa para prevenir el nacimiento:

En la casa de Nazaret:
Comenzando a reverenciar a su divina esposa, previno la casa, limpió el suelo que habían de hollar las sagradas plantas y preparó otras hacenduelas que solía remitir a la divina Señora cuando no conocía su dignidad, y determinó mudar de intento y estilo en el proceder con ella, aplicándose a sí mismo el oficio de siervo y a ella de señora62.

En la "cuevecica" de Heliópolis:
No quería consentir que ella le sirviese, ni administrase, ni se ocupase en otros ministerios humildes, como eran limpiar la casa y los platos y otras cosas semejantes, porque quería hacerlas el felicísimo esposo63.

En una escena particularmente tierna, digna de las representaciones navideñas más entrañables porque recoge, precisamente, la auténtica Navidad, el mayor regalo de san José es recibir al Niño Jesús y participar en el cambio de los pañales:
Luego que el santo José adoró al niño, la prudentísima Madre pidió licencia a su mismo Hijo para asentarse, que hasta entonces había estado de rodillas, y administrándole san José los fajos y pañales que traían, le envolvió en ellos con incomparable reverencia, devoción y aliño, y así empañado y fajado, con sabiduría divina le reclinó la misma Madre en el pesebre, como el evangelista san Lucas dice (Lc 2, 7), aplicando algunas pajas y heno a una piedra, para acomodarle en el primer lecho que tuvo Dios hombre en la tierra fuera de los brazos de su Madre64.

Abrazar y poseer a Dios sirviéndolo en el trabajo. La Mística Ciudad de Dios propone un modelo de nueva Ciudad de Dios para este mundo.

Trabajar en la nueva ciudad de Dios

La Mística Ciudad de Dios no es solamente una narración de la vida de la Virgen. También recoge, en cada capítulo a partir del capítulo dieciséis del libro primero, una "doctrina que me dio la Reina del cielo sobre este capítulo", que contiene las enseñanzas directas que la Virgen María dicta a la Venerable, sacando la lección de cada episodio que los devotos pueden aplicar en su vida cotidiana y espiritual65. El conjunto de estas "doctrinas" constituye un verdadero manual de vida espiritual, al abarcar todos los aspectos de la vida, tanto espiritual como material, aplicados a todo género de cristianos, cualquiera que sea su condición. Por lo tanto, la Virgen no sólo es objeto de narración, sino que se transforma en locutora, y María de Ágreda afirma recibir el texto, como simple "secretaria de la Reina del Cielo", para luego "imitar (a la Virgen), obrando como leyer(e)"[66].

Evidentemente, los capítulos que narran episodios de la vida de san José también contienen sus "doctrinas" y es interesante ver las enseñanzas que la Virgen da sobre el "trabajo corporal", ya que constituyen la excelencia misma del mensaje agredano.

Conforme a la vida que tuvieron María y José, María de Ágreda explica que uno de los objetivos del trabajo de cualquier cristiano debe ser la ayuda a los pobres. Hay que trabajar no sólo con el fin de mantenerse a sí mismo y a su familia, sino para poder tener los medios de ser caritativo. Los ricos que no lo hacen se condenan por esta sola negligencia:
Lo más lamentable es que, cuando pueden los ricos comprar la vida eterna con la hacienda, con ella misma granjean su perdición, por usar de este beneficio del Señor como hombres insensatos y estultos.

Este daño es general en los hijos de Adán, y por eso es tan excelente y segura la voluntaria pobreza; pero en ella, partiendo con alegría lo poco con el pobre, se hace ofrenda grande al Señor de todos. Y tú puedes hacerla de lo que te toca para tu sustento, dando una parte al pobre, deseando remediar a todos, si con tu trabajo y sudor fuera posible.[67]

Si trabajar es una manera de alcanzar la salvación, a la inversa rehusar el trabajo es una ofensa sumamente grave que conduce a ser condenado. Quien no sigue el ejemplo de san José no puede ser salvado. En un texto fundamental, digno de los profetas bíblicos más imprecadores, María de Ágreda llega a denunciar francamente un sistema social fundamentado en la holgazanería de los ricos y la explotación de los pobres:
No atienden a este ejemplo los hijos de la Iglesia y así entre ellos se ha introducido una impía perversidad que inclina grandemente al justo juez a castigarlos severamente; pues naciendo todos los mortales para trabajar, no sólo después del pecado cuando ya lo tienen merecido por pena, sino desde la creación del primer hombre, no sólo no se reparte el trabajo en todos, pero los más poderosos y ricos y los que el mundo llama señores y nobles todos procuran eximirse de esta ley común y que el trabajo cargue en los humildes y pobres de la república y que éstos sustenten con su mismo sudor el fausto y soberbia de los ricos y el flaco y débil sirva al fuerte y poderoso. Y en muchos soberbios puede tanto esta perversidad, que llegan a pensar se les debe este obsequio y con este dictamen los supeditan, abaten y desprecian y presumen que ellos sólo viven para sí y para gozar del ocio y delicias del mundo y de sus bienes, y aun no pagan el corto estipendio de su trabajo. En esta materia de no satisfacer a los pobres y sirvientes y en lo demás que en esto has conocido, pudieras escribir gravísimas maldades que se hacen contra el orden y voluntad del Altísimo, pero basta saber que, como ellos pervierten la justicia y razón y no quieren participar del trabajo de los hombres, así también se mudará con ellos el orden de la misericordia que se concede a los pequeños y despreciados y los que detuvo la soberbia en su pesada ociosidad serán castigados con los demonios, a quienes imitaron en ella68.

En la Mística Ciudad de Dios, el misticismo conduce, en cierto modo, a una forma de arbitrismo, ya que María de Ágreda no sólo refiere consejos de vida espiritual, sino que también indica pautas de vida colectiva que permitan precisamente a cada uno aplicar las reglas de una vida espiritual. El trabajo ha de ser repartido entre todos los hombres, y los ricos no han de librarse de él: "es justo que trabajen todos"[69]. La Venerable se sitúa en ese sentido en una perspectiva muy opuesta a la ideología más corriente en la España de su época, en la que el trabajo era profundamente despreciado. Baste el caballero del tratado tercero de El Lazarillo para recordar que el noble se define precisamente por la ausencia total de trabajo, incluso si corre el riesgo de morirse de hambre. El ejemplo de la vida de san José, que era de estirpe real, de la tribu de David, demuestra precisamente lo contrario, ya que el trabajo manual, las "obras serviles"[70], esas actividades que en la sociedad antigua estaban reservadas a los esclavos, se encuentran ensalzadas al ser asumidas por el mayor de los santos, y al hacerse medio para él de la más excelsa contemplación. José, por su trabajo, es modelo universal para todos los hombres, ya que todos los hombres han de trabajar.

Si la Mística Ciudad de Dios establece una valorización importante del trabajo manual, opuesta a la ideología de su época, es conforme sin embargo a la tradición monástica, desde la más antigua tradición benedictina. Baste recordar el lema benedictino "ora y trabaja" (_ora et labora_), que prevee que la vida conventual, ordenada al encuentro con Dios, se funde tanto en la oración propiamente dicha como en el trabajo, medio para identificarse con Dios y poseer el universo entero sin fin lucrativo. Gracias al ejemplo de san José, María de Ágreda se ve conducida a proponer la organización conventual como modelo de organización laboral. El convento, de hecho, es una sociedad en miniatura, un auténtico microcosmo. Es verdad, de todos modos, que las "doctrinas" dadas por la Virgen se aplican ante todo a las religiosas del convento de Ágreda, y luego al conjunto de los cristianos. La Mística Ciudad de Dios propone el modelo de una nueva ciudad humana, en que la perfección de la vida conventual se propone como modelo universal.

Instrumento para la contemplación, el trabajo de San José es un verdadero modelo del trabajo monástico. No olvidemos que, desde el Antiguo Testamento, la familia se concibe como el primer lugar del culto y, de hecho, la Sagrada famila es una iglesia doméstica, a la que el convento ha de imitar. La Virgen María en el exilio en Heliópolis vive como una religiosa ocupada a la vez por la oración y el trabajo:

En la Virgen:
Le pareció a Nuestra Reina que era bien gastar todo el día en el trabajo y velar toda la noche en sus ejercicios espirituales. (...) Algunas horas que vacaba de día a especiales ejercicios quiso trasladarlos a la noche para trabajar más (...). Pedía trabajando71

En los conventos:
Pero si en la escuela de la humildad y desprecio -en las religiones digo- se pegase el contagio de la soberbia mundana y se tuviese por mengua y deshonra esta humillación, no podemos negar que sería vergonzosa o muy reprensible soberbia. Si las religiosas o religiosos despreciamos estos oficios y ocupaciones serviles y tenemos por bajeza, a fuer del mundo, el hacerlos, ¿con qué ánimo nos ponemos en presencia de los ángeles y de su Reina y nuestra, que tuvo por estimabilísima honra las obras que nosotros juzgamos por contentibles, bajeza y deshonor?[72]

María de Ágreda también saca ejemplos personales del trabajo de san José: la "prelada" o abadesa de un convento ha de ser, como san José, modelo de las trabajadoras para "sustentar la vida humana":
No te juzgues prelada ni superior, sino esclava de tus súbditas, y más de la más débil y humilde, y de todas sin diferencia diligente sierva. Acúdelas, si necesario fuere, trabajando para alimentarlas; y esto has de entender que te toca, no por prelada, sino también porque la religiosa es tu hermana, hija de tu Padre celestial y hechura del Señor, que es tu Esposo. Y habiendo recibido tú más que todas de su liberal mano, también estás obligada a trabajar más que otra alguna, pues lo merecías menos. A las enfermas y flacas alívialas del trabajo corporal y tómale tú por ellas. Y no sólo quiero que cargues a las otras del trabajo que tú puedes llevar y te pertenece, sino antes carga sobre tus hombros, en cuanto fuere posible, el de todas como sierva suya y la menor y como quiero que lo entiendas y te juzgues.[73]

El convento es el modelo de la sociedad justa, donde todas trabajan en función de sus capacidades, siguiendo el orden decidido por la abadesa para el bien de cada una. El trabajo es una necesidad para todas las monjas, como lo fue para todos los miembros de la Sagrada familia, pero es el trabajo el que está hecho para la monja, y no la monja para el trabajo.

Y porque no podrás tú hacerlo todo y conviene que distribuyas los trabajos corporales a tus súbditas, advierte que en esto tengas igualdad y orden, no cargando más a la que con humildad resiste menos o es más flaca, antes bien quiero cuides de humillar a la que fuere más altiva y soberbia y se aplica de mala gana al trabajo; pero esto sea sin irritarlas con mucha aspereza, antes con humilde cordura y severidad has de obligar a las tibias y de dificultosa condición, que entren en el yugo de la santa obediencia, y en esto le haces el mayor beneficio que puedes y tú satisfaces a tu obligación y conciencia; y has de procurar que así lo entiendan. Y todo lo conseguirás si no aceptas persona de ninguna condición y si a cada una le das lo que puede en el trabajo y lo que necesita y ha menester para sí; y esto con equidad e igualdad, obligándolas y compeliéndolas a que aborrezcan la ociosidad y flojedad, viéndote trabajar la primera en lo más difícil, que con esto adquirirás una libertad humilde para mandarlas; pero lo que tú puedas hacer no lo mandes a ninguna, para que tú goces el fruto y el premio de tu trabajo a mi imitación y obedeciendo a lo que te amonesto y ordeno.[74]

De hecho, para quien, como la Virgen, toma un "moderado alimento", basta "trabajar algún rato del día"...[75]

María de Ágreda idea también una forma de distribución justa de las actividades laborales en la sociedad. Aunque éste no sea el tema más candente en la Mística Ciudad de Dios, notamos, por ejemplo, que a las monjas se les atribuye una serie de trabajos en torno a la fabricación de objetos litúrgicos, así como en la Sagrada familia, san José se ocupa de carpintería mientras la Virgen cose:
Advierte a tus religiosas que con sencillo y devoto corazón se ocupen en el aliño y limpieza de las cosas sagradas; y no sólo en las de su convento, pero trabajando por hacer lo mismo para las iglesias pobres que tienen falta de corporales y otras alhajas de ornamentos.[76]

Y el trabajo propio de María de Ágreda, por supuesto, reside en la escritura de sus libros, de los que es sabido que tanto le costaron. La Venerable supo lo que trabajar significa :
" el trabajo que repetidas veces te encargo en cumplir con los mandamientos y ley santa del Señor "[77]... " Esperimenté, haciéndome fuerza a trabajar no obstante el mal que tenía, saltarme por las uñas la sangre "[78].

Si la " santificación por el trabajo " no es un tema frecuentemente desarrollado por los escritores religiosos anteriores al siglo XIX, sí se encuentra en la obra de María de Ágreda una doctrina elaborada del trabajo como vía hacia la contemplación mística. Esta doctrina se expresa no de manera abstracta, sino a través el modelo ejemplarizante de san José, que aunque es ante todo el padre adoptivo de Jesús, también es presentado como un trabajador llamado a " sustentar la vida humana " de la Sagrada familia. La circunstancia de que san José fuese carpintero lleva a ligarlo con la vida activa, pero su vida junto a Jesús y María muestra que es también un modelo de vida contemplativa. Para la autora de la Mística Ciudad de Dios, por lo tanto, es san José quien resuelve la arbitraria oposición entre vida contemplativa y vida activa. De hecho, la vida misma de María de Ágreda, en el corazón de la vida política española del seiscientos, demuestra que el retiro conventual no impide que " un mundo [esté] en una celda "[79].
La figura de san José, tal y como la describe María de Ágreda, viene a ser la ilustración más perfecta de la doctrina mística que santa Teresa de Jesús expone a propósito de la vía más alta de la unión mística, en la séptima y última morada del alma : " Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje.[80]" Para el alma que ha alcanzado las altas cimas de la vía iluminativa, ya no hay oposición entre el trabajo y la contemplación. Y ello María de Ágreda lo expresa con palabras incluso más directas que la santa de Ávila : " trabajando la criatura racional, puede alabar a Dios y adorarle en espíritu y verdad "[81].

1 Citamos la Biblia en la siguiente edición : La Santa Biblia. Edición totalmente renovada traducida de los textos originales en equipo bajo la dirección del Dr. Evaristo Marín Nieto, Madrid, Ediciones Paulinas, 1989 (5a ed. 1990).

2 Sor María de Jesús de Ágreda, Mística ciudad de Dios. Vida de María. Texto conforme al autógrafo original, introducción, notas y edición por Celestino Solaguren, OFM, con la colaboración de Ángel Martínez Moñux, OFM, y Luis Villasante, OFM, Madrid, Fareso, 1992 (1a ed. 1970), CV + 1509 p. (léase el título original p. 2 de la numeración árabe). No recurrimos a la edición antológica siguiente, probablemente mejorable en cuanto a la exposición del texto original de María de Ágreda: Augusto ALPANSEQUE: San José en la Mística Ciudad de Dios de Sor María de Jesús de Ágreda: ordenamiento biográfico, Madrid, [El autor], 1978, 370 p. Existe un artículo de Manuel GARCÍA MIRALLES, "San José en la Madre María de Ágreda (1602-1665)", Estudios Josefinos, 1981, 69-70, p. 356-377, que, siguiendo una tradición bien arraigada en la orden dominicana desde el siglo XVII, no parece poder leer el texto de la Mística Ciudad de Dios sin ridiculizarlo.

3 De ahora en adelante, citaremos el texto conforme al orden siguiente : parte, libro, capítulo, número de párrafo [del manuscrito autógrafo], página de la edición de referencia (ej.: I, II, 22, n° 755, p. 315).

4 La Mística Ciudad de Dios es, sin embargo, una narración mucho más ambiciosa, ya que se remonta hasta el origen del mundo y la Inmaculada Concepción de María, y se acaba con el Coronamiento de la Virgen después de su Asunción. Conforme a las sugerencias del versículo de san Mateo (Mt 27, 52), que indica que en la muerte de Jesús se abrieron las tumbas y resucitaron los cuerpos de muchos santos, María de Ágreda sostiene que san José, por ejemplo, resucitó junto a "santa Ana [...] y san Joaquín y otros de los antiguos padres y patriarcas que fueron más señalados en la fe y esperanza de la encarnación" (II, VI, 26, n° 1468, p. 1073).

5 I, II, 4, n° 412, p. 522.

6 II, V, 16, n° 887, p. 759.

7 II, IV, 4, n° 412, p. 522.

8 " De las visiones y revelaciones divinas con que fue favorecido san José, he dicho algo en todo el discurso de esta Historia y fueron muchas más que se pueden decir; pero lo más se encierra en haber conocido los misterios de Cristo Señor nuestro y de su Madre santísima y haber vivido en su compañía tantos años, reputado por padre del mismo Señor y verdadero esposo de la Reina. Pero algunos privilegios he entendido, que por su gran santidad le concedió el Altísimo, para los que le invocaren por su intercesor, si dignamente lo hacen. El primero es para alcanzar la virtud de la castidad y vencer los peligros de la sensualidad carnal. El segundo, para alcanzar auxilios poderosos para salir del pecado y volver a la amistad de Dios. El tercero, para alcanzar por su medio la gracia y devoción de María santísima. El cuarto, para conseguir buena muerte y en aquella hora defensa contra el demonio. El quinto, que temiesen los mismos demonios oír el nombre de san José. El sexto, para alcanzar salud corporal y remedio en otros trabajos. El séptimo privilegio, para alcanzar sucesión de hijos en las familias. Estos y otros muchos favores hace Dios a los que debidamente y como conviene le piden por la intercesión del esposo de nuestra Reina san José; y pido yo a todos los fieles hijos de la santa Iglesia que sean muy devotos suyos, y los conocerán por experiencia, si se disponen como conviene para recibirlos y merecerlos. " (II, V, 16, n° 892, p. 761)

9 II, V, 2, n° 735, p. 682; II, V, 13, n° 857, p. 743; II, V, 13, n° 858, p. 744 ; II, V, 13, n° 863, p. 747.

10 II, V, 13, n° 860, p. 745. El verbo " sustentar " aplicado al fin del trabajo es constante en la Mística Ciudad de Dios (véase por ejemplo, aplicado al trabajo de san José: II, IV, 22, n° 624, p. 627; II, V, 2, n° 735, p. 682 ; II, V, 13, n° 857, p. 743 ; II, V, 14, n° 861, p. 746 ; aplicado al trabajo de la Virgen: II, V, 13, n° 859, p. 744; II, V, 14, n° 867, p. 749; II, V, 17, n° 897, p. 763), aunque el sustantivo "sustento" sea empleado con el sentido más sencillo de "alimento" (véase por ejemplo en II, IV, 30, n° 706, p. 666) o "mantenimiento" (II, IV, 18, n°572, p. 601).

11 II, IV, n° 394, p. 513.

12 II, III, 16, n° 203, p. 426.

13 " La humilde pero dichosa casa de José estaba distribuida en tres aposentos, en que casi toda ella se resolvía para la ordinaria habitación de los dos esposos, porque no tuvieron criado ni criada alguna. En un aposento dormía san José, en otro trabajaba y tenía los instrumentos de su oficio de carpintero " (II, V, n° 422, p. 528).

14 " De tres aposentos que [la casa], tenía [uno] se destinó para el Santo Esposo, donde dormía y se recogía a orar ; y el tercero servía de oficina y taller para trabajar en su oficio " (II, IV, 25, n° 656, p. 642).

15 " El descanso de la Princesa era la tarima que dije arriba, hecha por mano del mismo san José, y en ella tenía dos mantas entre las cuales se recogía para tomar algún breve y santo sueño " II, IV, n° 424, p. 528-529 ; ver también la misma palabra tarima : II, IV, n° 422, p. 528).

16 " allí se pusieron la cuna y la tarima " (II, IV, 25, n° 656, p. 642).

17 II, V, 13, n° 858, p. 744.